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lunes, 13 de abril de 2009

Nada es lo que parece...

[...] Ella miraba a través de su ventana. No miraba nada en concreto, tan solo tenía la vista perdida en el horizonte, ensimismada en sus pensamientos.
“ Quizás hoy llegue a casa temprano, incluso puede que traiga un ramo de flores, y me lo entregue mientras salen de esos labios que tanto quise un dulce “Te Quiero”… y me bese, un cálido beso que me haga estremecer que me haga recordar los buenos momentos, los paseos, las cenas… todo eso que hacíamos juntos.”
Escuchó como unas llaves sonaban al otro lado de la puerta, e inmediatamente sus ojos se empezaron a cubrir de una capa liquida preparada para comenzar a llorar, la puerta se abrió lentamente, y entro en la casa.
( “ ¿Dónde está mi ramo de flores…?” )
Tiro las llaves de casa al cenicero que había en el recibidor. Un recibidor precioso que compraron poco después de casarse, y que aun no tenía ni un solo arañazo, probablemente porque ella siempre le esperaba lo mas lejos de la entrada que podía, para intentar atrasar su encuentro. Aunque solo fueses quince pasos.
Pero hoy debía ser diferente, hoy no tendría que ser como todos los días. Claro, hoy era especial, hoy no era “un día mas”.
Pedro se dirigió sin mediar palabra a la habitación. Ni siquiera un “Hola”, nada. Entro en la habitación, se quito la ropa y se puso el pijama.
Esbozo una sonrisa, hacia tanto tiempo que no había una sonrisa en su rostro mientras que estaban los dos en casa… quizás el mejor regalo que le podía hacer en un día como hoy era ese. Tan solo el hecho de que esa noche se acostaría y no sentiría otro dolor aparte del dolor del corazón. Lo único malo es que ese es el dolor más grande que sentía.
Después de tan solo 7 años con él, podía decir que él era el mayor error de su vida. Pero le quería, e intentaba convencerse de que cambiaria, que él la volvería a querer como al principio, que volvería a ser su princesa y el su caballero andante.
Cuando escucho como roncaba dentro de la habitación, entro sin hacer ruido para no despertarle, y se metió con suavidad en la cama, dándole la espalda, y acurrucándose en un lateral de la cama, tan al borde que un pequeño movimiento mal dado y podría ir al suelo. Cerró los ojos, y suspiro aliviada. “Hoy me he librado” – pensó. Y cerro los ojos, una noche mas, esperando que cuando despertara tuviese la suerte de que el no estuviese.
Cuando los primeros rayos de sol entraban a través de los pequeños agujeros de la persiana, noto como él se levantaba. Ella continuo acostada en el lateral del colchón. Ya no quería levantarse a la vez que el, ya no hacía falta. Ni siquiera hacía falta un beso de despedida antes de que se marchase a trabajar, o un “Buenos días” al despertarse. Tenía más satisfacción al escuchar como se cerraba la puerta y bajaba por las escaleras, que el despertarse a su lado.
Hoy tenía la sensación de que sería un día diferente, que haría algo diferente,… esa sensación que todo el mundo a sentido alguna vez. Como si el cuerpo le estuviese preparando para “algo”. [...]


(Extracto del
Libro de oscuros pesares
Viviendo la Muerte, Cap 1)
(Angel Caido)

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